28 de mayo de 2012

¿Qué opina el Judaísmo sobre el Divorcio?


¿Cuál es la visión del judaísmo sobre el divorcio? Si las almas están unidas bajo el Jupá (palio nupcial), ¿pueden separarse?


Cuando una pareja se une bajo la ley judía, sus almas se convierten en una sola. Es como un acto espiritual de unión entre dos seres separados y fundirlos en un nuevo todo. La ceremonia del divorcio es todo lo contrario. Es una mutilación espiritual, que desune las partes de las almas unidas, creando dos seres separados.

El Divorcio, como la amputación, es una tragedia, pero a veces es lo correcto. Nuestra actitud con respecto al divorcio se compara a nuestra actitud con respecto a la amputación de un miembro de varias maneras:

1) Es doloroso: Cuando un miembro está tan enfermo que pone en peligro al resto del cuerpo, el paciente se enfrenta con una opción horrible: enfrentar el dolor de la amputación, o el riesgo peor que es dejar las cosas como están. Si los riesgos futuros son tan altos como para pesar más que el dolor presente, lo correcto es cortar el miembro.

De la misma forma, el divorcio es doloroso para todos los involucrados, pero es la opción correcta cuando permaneciendo en una relación enferma se causará sólo más daño, sufrimiento y dolor.

2) Es un último recurso: Hacemos todo lo posible para evitar amputar. Si hay una remota oportunidad de que el miembro pueda salvarse, incluso con gran esfuerzo y gasto, vale la pena una prueba. Sólo después de agotar todas las otras posibilidades que había, acudimos a la amputación. Lo mismo con el divorcio- sólo es considerado después de que los consultores y los esfuerzos sinceros por cambiar demuestran que es infructuoso.

3) No es sólo un "el Plan B": La amputación no se toma ligeramente. No se ve como una opción si las cosas no funcionan. Nadie experimentaría imprudentemente en su cuerpo, diciendo: "Si algo pasa con mis miembros, siempre puedo amputar".

Semejantemente, no entramos en el refrán político:

"Si las cosas no funcionan siempre se puede obtener un divorcio". 

El Divorcio no debe ser un factor en la decisión de casarse. El matrimonio es para siempre. No hay ningún Plan B.

4) La prevención es mejor que una cura: Los amputados pueden vivir una vida feliz. Pueden estar mejor que antes después de su operación. Pero si pudieran vivir la vida de nuevo, no escogerían tomar ese camino otra vez. Así también, el divorcio a veces puede llevar a la felicidad, y el verdadero amor y alegría pueden venir detrás de la disolución de una relación. Pero si podemos alcanzar ese punto sin el dolor del divorcio, eso sería preferible.

A menudo cuándo una pareja se separa, la pregunta no es: "¿Por qué se divorciaron?". Sino: "¿Por qué se casaron?" En muchos casos, las personas se divorcian por razones correctas, y se casan por malas razones. 

Las altas proporciones de divorcio no deben asustarnos, sino fortalecer nuestra resolución de tomar el matrimonio más en serio, y asegurarnos que estamos escogiendo a nuestros compañeros por razones correctas. ¿Cuáles son las razones correctas? 

Ésa es otra pregunta...

¿Cuándo es el momento de divorciarse? El Talmud cita tres opiniones:

La Escuela de Shamai decreta: Un hombre no debe divorciar a su esposa a menos que él descubra en ella algo inmoral.

La Escuela de Hilel sostiene: [Él puede divorciarla] aun cuando ella hubiera quemado su comida.

Rabi Akiva dice: Aun cuando él haya encontrado alguien más linda que ella.

El lenguaje Rabínico es muy particular, y no debe ser tomado a la ligera ni literal.

Las tres opiniones derivan del mismo verso en la Torah, Deuteronomio 24:1:


"Si un hombre toma una mujer y se casa con ella, y sucede que ella no le agrada por haber él hallado en ella alguna cosa vergonzosa, le escribirá una carta de divorcio, la entregará en su mano y la despedirá de su casa."

Similar cuestión se plantearon los Sabios en el Talmud (Guitin 90b): 

¿Quién odia?

Rabí Yehudá dijo que si el hombre odia a su mujer, que la deje ir por medio del divorcio.

Rabí Iojanan por su parte dijo que el odiado es el hombre que da el divorcio a su esposa.


Así pues, es como dice R. Yehudá, el hombre ha encontrado odioso vivir con esta mujer, por tanto que la deje ir, para que ambos encuentren un poco de serenidad.

Y es también como dice R. Iojanán, pues debe haber un motivo profundo para llegar al divorcio: el que se divorcia "a la ligera", ¡es una persona detestable! (Yebamot 37b; Eben HaEzer 119:3)

Aquel que se toma el contrato nupcial ligeramente, que violenta el pacto matrimonial, que se casa con alguien a quien aborrece, que sigue viviendo con una mujer que no soporta; está llevando violencia al seno de una relación que debe ser de "santidad", por lo cual, es detestado desde Arriba.

El divorcio, cuando es necesario, tal como estipula el Eterno, es muchísimo mejor y adecuado que un "hasta que la muerte los separe" que represente una vida insufrible, de rencor y falta de santidad matrimonial.

Así pues, léalo así:

"El que aborrece a su mujer, que la divorcie, ha dicho el Eterno Elokim de Israel, y al que cubre la violencia bajo su vestimenta. El Eterno de los Ejércitos ha dicho: Guardad, pues, vuestro espíritu y no cometáis traición" (Malaquías 2:16)


De acuerdo a lo que la Torá establece (es decir, según el inmutable criterio del Eterno), el que los cónyuges se separen oficialmente es un camino posible, aunque no el más deseable.

Comentan nuestros Sabios metafóricamente que: "cuando el hombre se divorcia de su primer mujer, incluso el altar (de Dios) vierte tristes lágrimas" (Guittin 90b, a partir de Malaquías 2:13,14).

Esto significa que, los cónyuges han de hacer todos los esfuerzos por conciliar sus diferencias, y negociar concesiones en aquellos aspectos superficiales que pueden estar perjudicando lo que es esencial.

Sin embargo, si no encuentran solución aceptable para mantener una vida equilibrada juntos, el divorcio es una forma de reducir los daños de lo que resulta ser una convivencia insoportable.

Más aún, para los miembros de la Familia judía es un mandamiento que se divorcien los casados cuando la vida en común les resulta indudablemente perjudicial para su salud y bienestar físico, emocional o espiritual (Eruvin 41b).