Después de la Minjá, se reunieron todos y Rav Shimón se sentó mientras que su hijo, Rav Elazar, se puso de pie y explicó los secretos de las palabras de Sabiduría, y su cara resplandecía como el Sol. Y las palabras volaban al cielo. Se sentaron dos días y no comieron ni bebieron, y no sabían si era de día o era de noche. Cuando salieron, se dieron cuenta de que ya habían pasado dos días y no habían comido nada. Rav Shimón exclamó: "Y estuvo allí con Dios cuarenta días y cuarenta noches; no comió pan ni bebió agua". Si para nosotros hubo mérito de conectarnos y adherirnos a Dios por un tiempo, fue que pasados dos días y no sabíamos dónde estábamos. Para Moshé acerca de quien la Torah testifica: "Y estuvo allí con Dios cuarenta días" es mucho más así.
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