Cuando el hombre descubre su propio egoísmo, es la señal de que existe, en él, una preparación para corregirlo.
La naturaleza del hombre es pensar en sí mismo y en su propio provecho, mientras que el Creador, actúa sólo por amor; para dar, otorgar. Entonces existe una "inversión de forma" entre el ser humano y el Creador.
La Kabbalah plantea, que si no alcanzamos "Equivalencia de forma" con el Creador, en esta vida, volveremos nuevamente a este mundo, habiendo vivido en vano en él, a pesar de que ante los ojos de todo el mundo hayamos pasado por "justo, o un Talmid Erudito" porque el sentido de toda la Torah, y los preceptos, es este: Adquirir el atributo de otorgamiento, y alcanzar la "equivalencia de forma".
Esto lo dijeron nuestros Sabios de la siguiente forma: "Así como Él es misericordioso, también tú serás misericordioso; así como Él es piadoso, también tú serás piadoso".
Eso es el sentido del Estudio de la Kabbalah: el desarrollo hacia la semejanza (equivalencia de forma en intenciones) con el Creador; y que en cada acto de nuestra vida logremos la aplicación del verdadero significado, "Amor al prójimo, como principio universal de toda la Torah".
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