Antes que el Baal Shem Tov, el fundador del movimiento jasídico se diera a conocer como un tzadik ilustrado, él acostumbraba a viajar de una aldea a otra inquiriendo acerca del bienestar de los judíos locales.
Una de sus costumbres era preguntar a la gente con quien se encontraba acerca de sus necesidades físicas, cómo les estaba yendo económicamente, como estaba su salud, etc. Él amaba escuchar a estas personas simples alabar a Di-s por todo lo bueno en sus vidas.
En una ocasión, el Baal Shem Tov llegó a un determinado pueblo donde un hombre anciano vivía en completo aislamiento, inmerso en ayuno, oración y estudios por mas de cincuenta años. El nunca comía durante el día, permanecía sentado, usando su talit y tefilin durante todo el día, orando y estudiando. Al llegar la noche, comía una humilde comida de pan y bebía agua.
El Baal Shem Tov entró a la habitación de este hombre, que era una de las cámaras interiores de la sinagoga local, y comenzó a interrogarlo acerca de su condición financiera, su salud y si él tenía todo lo que necesitaba. El anciano miró al Baal Shem Tov, quien vestía las ropas de un simple pueblerino y le dio una mirada despectiva sin responderle.
Cuando el Baal Shem Tov continuó insistiendo, el anciano se agitó y señaló hacia la puerta.
Entonces, el Baal Shem Tov le dijo. “Rabí, por que le niegas Su sustento a Di-s?”
Calibrando la mirada de confusión del anciano, el Baal Shem Tov continuó.
“Nosotros sobrevivimos en base a las necesidades materiales que Di-s provee para nosotros. Y que provee a Di-s de su sustento, por decirlo así? Las alabanzas de nosotros los humanos que le agradecemos a Él por nuestras bendiciones materiales.”El anciano definitivamente estaba dedicado a una vida santa.Pero, al final de cuentas, él perdió la percepción del verdadero propósito de la creación:
Vivir dentro del mundo material y tornar ese mundo en santo y no escapar de el mismo.
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