Es interesante las experiencias que se pueden vivir. Estamos a dos días, del año nuevo hebreo.
Hace años un amigo me decía: se siente el comienzo de un ciclo, y lo comparaba con el 31 de diciembre venezolano (que yo disfruto mucho, por cierto) y que lo acompañan hallacas, ron y cerveza. Y el típico grito: "Feliz año"... Y al fondo sonando la canción: "Faltan 5 pa'las doce, el año viejo se va..." Este ciclo es diferente.
Y no solamente estamos hablando de cosas diferentes, ni de razones culturales, estamos hablando de esencias diferentes. Primero tenemos que darnos cuenta que los judíos no dicen "feliz año" y jamás se desean "feliz año nuevo" unos a otros. Ah, es que seguramente son menos bonchones.

En Rosh haShana, en lugar de decir: "feliz año" decimos la frase hebrea: "Shaná Tová" que, a pesar de la mala traducción que aparece en casi todas las tarjetas de saludo, no tiene ninguna conexión con la expresión "feliz año".
La expresión "Shaná tová" se traduce: "año bueno" y por lo tanto no es el deseo de un año feliz, sino bueno. Y la razón que hay tras esta diferencia tiene una gran importancia: "Ser feliz no lo es todo en la vida". Tener "una vida significativa" y "una vida feliz" coinciden en ciertas cosas, son en realidad muy diferentes una de otra.
Una vida feliz está asociado con ser un receptor, mientras que tener una vida significativa está asociado con ser un dador. "La felicidad sin significado está caracterizada por una vida relativamente superficial e incluso egoísta, en la que todo está bien, las necesidades y los deseos son satisfechos sin dificultad y las complicaciones son evitadas" (Atlantic Monthly, Emily Esfahani Smit).
Un "año bueno" implica llevar una vida significativa, mantener un propósito, constantemente alcanzando las metas. No derrotandote por adversidades y seguir luchando por alcanzar aquel sueño que te hace sonreír
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