4 de febrero de 2012

CUIDADO CON LA LENGUA




El hombre es considerado la criatura suprema de la Creación. Una de las características que lo elevan por encima de los demás seres vivientes es su capacidad de hablar y poder transmitir así, con palabras, sus ideas y sentimientos. Sin embargo, esta capacidad precisa ser mantenida dentro de determinados límites de debida mesura y control... 
   
El hombre es un ser parlante y se hace entender por sus semejantes. Sus palabras perduran durante un tiempo prolongado y, en ciertos casos, se conservan para siempre.

Pero hablar no es siempre una virtud. Las palabras pueden ser, en ocasiones, perjudiciales y causar daño al alma y al espíritu. En esos casos, es mejor que la boca no las pronuncie.

Nuestros Sabios nos enseñan que muchas veces es más importante guardar silencio que hablar, y nos advirtieron acerca del peligro de la verborrea.

Rabí Shimón dijo: "Me crié entre los Sabios y no encontré nada mejor para el cuerpo que el silencio". Callar puede evitar muchas calamidades.

Según el Talmud, el hecho de que el hombre haya sido dotado de dos oídos y una sola boca es una clara señal de que debe oír mucho y hablar poco.

La lengua humana es un instrumento poderoso que puede tanto producir el bien como el mal, la vida como la muerte, según se lee en Mishlé 18:2 1: "La vida y la muerte están en manos de la lengua”

Y puesto que la vida y la muerte dependen de la lengua, ésta se halla enclaustrada entre dos cerraduras: los labios y los dientes. Mas el guardián principal de la lengua es la mente, y cuando la mente está distraída o acalorada, la lengua se escabulle y causa estragos.

El Talmud dice que una persona que se halla en un confín del mundo puede matar a otra a gran distancia sólo con el recurso de la lengua, cosa que no puede hacer un revólver.

Rabí Shimón bar Iojái dijo en cierta oportunidad: "Si hubiese estado a los pies    del monte Sinaí durante la entrega de la Torá, le habría pedido a Di-s que a partir de ese instante creara al hombre con dos bocas, una para estudiar Torá y otra para cumplir con todas sus necesidades personales". Pero luego se retractó y dijo: "Si con una sola boca sus calumnias se tornan insoportables, con mucha más razón sería inaguantable si llegara a tener dos bocas.

Rabí Shimón ben Gamíjel envió cierta vez a su criado Tavi al mercado, encargándole que le trajera el mejor manjar posible. El criado fue al mercado y compró una lengua. El Rabí le pidió entonces que le trajera el peor de los alimentos. Tavi regresó al mercado y trajo otra vez una lengua. Interrogado por su extraño proceder, pues para ambos pedidos había traído el mismo alimento, el sabio criado respondió: "Cuando la lengua es buena, no hay nada mejor que ella; pero cuando es mala, nada es peor que ella".

De todos los órganos del cuerpo, la lengua es la que se mueve con menos dificultad y a mayor velocidad, y por eso se cae con tanta frecuencia en lashón hará - hablar mal, chismear.

Para ser salvado del chisme, pedimos diariamente a Di-s en nuestras plegarias de shemoné esré que impida que hablemos mal de otros. Cada persona debe preocuparse de sus propios defectos y limitaciones, para superarlos, y no olvidar que las imperfecciones que ve en los demás -como enseñaba el Baal Shem Tov- no son más que proyección de las propias.

Nuestros Sabios aconsejaron no abusar de la lengua para decir necedades, afirmando que hasta un tonto, al callar, puede ser tildado de sabio. Agregaron, además, que las peores palabras son aquellas pronunciadas por la vergüenza de callar.

De alguna manera, la lengua es para su dueño más importante que los pies. Cuando una persona tropieza y cae, cura rápidamente; pero cuando la lengua se enreda, puede hacerle perder la cabeza.

En efecto, en las escuelas se enseña el arte de la oratoria, cómo hablar, pero lamentablemente no se enseña a los alumnos cómo callar, algo que muchas veces es más importante que hablar.

Nuestros Sabios nos enseñaron, como norma general, a ser parcos en el hablar, a transitar por la senda del habla concisa, que obliga a introducir el máximo de contenido en el mínimo de palabras. EI Rey Salomón, por su parte, nos advirtió que no escribiéramos libros en exceso. Ni los sabios escaparon a la recomendación de ser cautelosos con la palabra escrita.

Resulta conveniente concluir con una inteligente reflexión del Rabí de Sadigora, quien solía decir:

"El hombre puede aprender del telégrafo que cada palabra cuenta, ya que se paga por cada una de ellas, y del teléfono, que lo que se habla aquí, se escucha allá".

El hombre puede afectar su medio ambiente a través de la acción, el habla, y hasta el pensamiento. De los tres, el habla se destaca como un elemento que transporta las palabras de quien las pronunciara hasta el oyente, a través del aire. El habla saludable y benéfico deja una "impresión" salubre en el aire; el habla perniciosa ejerce el efecto opuesto.

El tipo de habla despreciada o prohibida por la ley judía se encuentra mínimamente en la sinagoga o en la Casa de Estudios, pero está presente en gran medida en las calles. Enseñaban los Rebes de Jabad que esta contaminación ambiental espiritual puede ser eliminada.

¿'Qué es lo que puede purificar el aire? Solamente aquello que lo afecta, esto es: el habla. El tipo de palabra virtuosa y la conversación sabia que impregnan benéficamente el aire. En particular, las palabras de la Torá.

El mandamiento "...camina por Mis estatutos..." es una advertencia de que trabajemos con ahínco en el estudio de la Torá. Parte importante de ese estudio consiste en grabar palabras y pasajes de memoria, para su repaso mental y como solución para el enturbiamiento espiritual del aire.

Cuán bueno sería que cada uno de nosotros supiera de memoria algunos pasajes de los Salmos, la Mishná o el Tania, u otros libros sagrados, para poder repasarlos verbalmente a cualquier hora y en cualquier lugar (donde estuviera permitido pronunciar palabras sacras), constituyéndose así en un filtro eficiente para la purificación de la atmósfera.

En referencia al futuro mesiánico está escrito: "Una piedra gritará del muro, y las ramas de los árboles le responderán". Ahora, las criaturas inanimadas guardan silencio. Se pisa la piedra, y ella calla; pero vendrá un tiempo de revelaciones, cuando los objetos inanimados hablarán. Ellos interpelarán al hombre y le preguntarán si habló palabras de Torá cuando las pisaba. Si las personas no repasaron mentalmente temas de Torá mientras caminaron por la calle, la tierra les recriminará: "Tampoco tú eres mejor que el animal".

La tierra sufre, con paciencia y en silencio, durante miles de años, permitiendo que muchas criaturas la pisen, en la esperanza de que algún judío andará alguna vez sobre ella, se encontrará con otro, y ambos conversarán sobre algún aspecto de la Torá.

Esta es la solución judía para la purificación de un aire que hoy se encuentra bastante enrarecido espiritualmente.

“Dios mío preserva mi lengua del mal y mis labios de hablar mentiras. Que mi alma sea insensible frente a los que me injurian y  mi alma sea como polvo para todos. Abre mi corazón a Tu Toráh para que mi alma guarde Tus preceptos. Y de los que traman mal contra mí, anula con prontitud sus disposiciones e interrumpe sus maquinaciones. Hazlo por amor de Tu Nombre; por Tu diestra; por Tu santidad; por Tu  Toráh. Para que sean liberados Tus amados; salva con Tu Diestra y respóndeme. Que las palabras de mi boca y la meditación de mi corazón te sean gratas, Ha-Shém, mi Roca y mi Redentor. El que mantiene la paz desde Sus alturas; Él, con sus piedades nos dé la paz a nosotros y a todo Israel. Digamos ahora: ¡Amen! 

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