11 de agosto de 2012

Chispas de las almas de los talmidim


El Arizal acudía a la tumba del Rashbí con más frecuencia que a la de otros tzadikim. Iba a menudo a estudiar Zóhar con sus talmidim al lugar donde está enterrado el autor, diciéndoles que aquél era el lugar donde Rab Shimón había enseñado originalmente a sus propios talmidim y todavía quedaban huellas de su halo que iluminaban los ojos de los que se esforzaban por entender sus enseñanzas de la manera adecuada.

En una ocasión, cuando el grupo estaba reunido en Merón para estudiar el Zóhar, el Arizal describió cómo se sentaba la jebrá kadishá, el santo círculo formado por Rab Shimón y sus discípulos. “Aquí es donde Rab Shimón se sentaba”, dijo señalando un lugar, “y aquí es donde su hijo, Rab Elazar, se sentaba” y señaló otro, “y aquí Rab Aba y allí Rab Yehudá”. Y así prosiguió indicando el lugar donde se sentaba cada taná. Después les dijo: “Quiero que sepan que ustedes son chispas de esos mismos sabios”. Y les mostró el lugar donde cada uno de ellos tenía que tomar asiento. Él tomó el lugar de Rab Shimón y dijo a Rab Jaim Vital que se sentara en el de Rab Elazar. Su discípulo Yonatán se sentó en el sitio donde se sentaba Rab Aba que aparece en el Zóhar y Rab Guedaliá en el de Rab Yehudá. A Rab Yosef Maarabi se le designó el lugar del taná Rab Yosí y a Rab Itzjak Hacohén Ashkenazí el de Rab Itzjak. Así continuó, asignando los distintos lugares a sus discípulos según el origen de su alma. Después empezaron a estudiar.

Cuando estaban profundamente inmersos en el estudio, el Arizal les reveló que en ese momento estaban rodeados de una intensa luz espiritual que el ojo humano no podía captar, porque Rashbí y sus talmidim y todos los sabios del Zóhar, junto con las almas de todos los Sabios que estudiaron cabalá a lo largo de los siglos, los tanaim, amoraim y otros, habían acudido ese día a escuchar la Torá viva que salía de sus labios. “Ojalá pudieran ver esas almas... pero sólo a mí ha sido permitido verlas un momento”.

Cuando terminaron de estudiar, el grupo fue a rezar a la tumba y dio gracias a Hashem por haberles permitido alcanzar un nivel de santidad tan exaltado en aquel día.

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