El Arizal reveló a sus discípulos que el alma de una persona difunta siempre ronda su tumba. Como era experto en los secretos de las almas, pudo identificar los lugares de las antiguas tumbas que se habían olvidado con el paso de los siglos.
En Tzefat se decía que cuando el Arizal iba por el cementerio de la ciudad, indicaba: “Tal persona está enterrada aquí” o “tal tzadik está enterrado allí”, aun cuando las lápidas con el nombre hubieran desaparecido hacía muchos años. Sus discípulos recordaban las observaciones del Arizal y preguntaban a los ancianos de Tzefat si sabían algo de aquello. ¡Y siempre encontraban corroboradas las palabras de su maestro!
Una vez les dijo: “Veo una gran luz en este lugar. Debe ser que el alma de alguien grande descansa aquí, pero no sé quién es. Sin embargo, la luz que emana de su tumba es muy, muy brillante. Debe ser de uno de los tanaim. Lo que resulta curioso es que la tumba en sí parece reciente, como excavada hace unos cuantos años”.
Los talmidim preguntaron a los ancianos de Tzefat de quién era el tzadik enterrado en el lugar. Pero nadie supo responderles. Por fin, uno de los más ancianos dijo: “Cuando yo era muy joven, había un hombre muy santo, considerado como uno de los piadosos sabios más grandes de la época. Murió hace unos treinta años. En su testamento, prohibió que lo elogiaran al morir e incluso que se diera parte de su muerte al pueblo de Tzefat. Sólo unas cuantas personas acudieron al funeral, pero sé con seguridad que fue enterrado en el lugar que tu maestro indicó. Era tan humilde, que sólo unas cuantas personas conocían la medida de su grandeza y, con el paso de los años, su memoria se ha borrado completamente”.
El Arizal hizo una lista de todas las tumbas de las grandes figuras judías de todos los tiempos cuya localización no era conocida por el público en general. También estipuló qué oraciones había que decir y qué había que estudiar en cada una de las tumbas para elevar el alma de la persona enterrada en el lugar. Pasó la lista a su shamash Rab Yaacob Gebizo. Rab Shemuel Vital, hijo de Rab Jaim, la copió y la imprimió al final de “Shaar Haguilgulim” con la siguiente introducción:
“Shemuel dijo: He considerado apropiado añadir la lista de todos los lugares donde están las tumbas, algunos de los cuales son bien conocidos mientras que otros están escondidos y otros son totalmente desconocidos. Ahora anotaré la localización de las tumbas de tzadikim tal como la recibí de mi maestro, que era capaz de adivinar donde estaban las almas de los tzadikim en cualquier momento y en cualquier parte, y, especialmente, cuando estaban junto a su tumba, porque es el lugar donde rondan las almas como es bien sabido. Pero también podía hacerlo desde lejos. Podía identificar el lugar de descanso de cada uno de los sabios y conversar o estudiar con él. He tratado muchas veces de verificar sus afirmaciones investigándolas cuidadosamente, y siempre me he encontrado con que estaba en lo cierto. Pero no es apropiado insistir en este punto porque tales cosas son exaltadas y sublimes y no se pueden contener en un simple libro”.
En la lista encontramos algunas tumbas cuya localización no coincide con la que se le había adjudicado tradicionalmente. Por ejemplo, el Arizal sostenía que lo que siempre se pensó era la tumba del profeta Hoshea ben Beerí, era en realidad la sepultura del taná Rab Yehoshúa. La lista incluye tumbas de Tzefat y sus alrededores y de Tiberíades, y especifica dónde están las tumbas de personajes bíblicos como Nahum Haelkoshi; Benayahu ben Yehoyadá; Andino Haezni; Shemuel Hanabí y su padre Elkaná, así como de ciertos tanaim y amoraim mencionados en el Talmud y en el Zóhar; también figuras rabínicas del periodo de los rishonim como Rab Maimón, padre del Rambam, y otros.
El Arizal también habló de los lugares santos de Jerusalén, aunque se negó siempre a entrar en la ciudad por razones que no hizo públicas. Sin embargo, supo describir la ciudad por dentro y referirse a un lugar determinado y decir, por ejemplo: “Ahí está enterrado Zejariá Hanabí” o “ahí está la tumba de Juldá Hanebiá”,
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