Los Kabbalistas afirman que el propósito
de la Creación es dar alegría y placer a las criaturas. El deseo de
disfrutar (la vasija o el alma) recibe el placer según la intensidad de su
deseo.
Por tanto,
todo lo que fue creado en los mundos son simplemente las diversas
manifestaciones del deseo de recibir placer que el Creador satisface. El
deseo de recibir placer es la sustancia de la Creación tanto espiritual como
material, incluyendo todo lo que ya existe y lo que se va a manifestar en el
futuro.
La materia en sus
múltiples manifestaciones (mineral, vegetal, humana, colores, sonidos, etc.)
son sencillamente las diversas medidas del deseo de recibir placer.
La luz que emana del Creador vivifica y llena esta materia.
Originalmente, tanto el deseo de deleite, al que se le llama
"vasija" y el deseo de dar deleite, que llamamos
"Luz" tenían la misma intensidad. En otras palabras, la
vasija (el deseo de deleite) recibía el placer máximo.
Sin embargo, como
el deseo disminuía, la vasija y la Luz que la llenaba, se contrajeron
gradualmente y fueron alejándose del Creador hasta que llegaron hasta el nivel
más bajo, en donde el deseo de deleite finalmente se materializó.
La única diferencia
entre el Mundo Superior y el nuestro está en el hecho que en nuestro mundo la
vasija (el deseo de recibir placer) se manifiesta en su nivel más bajo, y
se le llama "el cuerpo físico".
Antes de su
materialización final, la vasija atraviesa por cuatro etapas divididas en diez
Sefirot (niveles): Keter, Jojma, Bina, Jesed, Gevura, Tifferet, Netzah, Hod,
Yesod y Maljut. Estas Sefirot constituyen filtros que atenúan la Luz que el
Creador envía a sus criaturas. La tarea de estos filtros es reducir la intensidad
de la Luz hasta tal grado que las criaturas que viven en nuestro mundo puedan
percibirla.
A la Sefira
(singular de Sefirot) Keter se le llama igualmente el mundo de Adam Kadmon ;
a la Sefira Jojma se le llama el mundo de Atzilut ; a la Sefira
Bina, el mundo de Beria ; las Sefirot Jesed hasta Yesod, el mundo Yetzira; y a
la Sefira Maljut, el mundo de Assiya. Nuestro universo constituye el
último nivel del mundo de Assiya.
La Kabbalá llama a
este nivel "Olam ha Zeh" (este mundo). Lo perciben todos
aquellos que viven allí y la vasija, el deseo de deleite, se llama
"el cuerpo". La Luz a la que se llama "placer"
es percibida como la fuerza de la vida.
Aunque la Luz que
llena al cuerpo se halle atenuada para no tener la sensación de la Fuente,
el cumplimiento de determinadas leyes, descritas en la Kabbalá e
instituidas por el Creador, nos permite purificar nuestro egoísmo y elevarnos
progresivamente atravesando los mundos de regreso a la Fuente.
A medida que vamos
alcanzando los niveles espirituales más elevados, recibimos un mayor caudal de
Luz hasta que llegamos a los niveles en que podemos recibir toda la Luz (el
deleite absoluto, infinito) que nos fue destinada desde los albores de la
Creación.
Cada alma está
rodeada de una Luz espiritual. Aunque los principiantes en la Kabbalá,
no entiendan lo que estudian en las fuentes auténticas, el intenso deseo de
comprender invoca a la Fuerza Superior que los rodea y el efecto de esta Fuerza
Superior los purifica y los eleva.
Si no es en esta
vida, será en la siguiente, pero cada persona va a experimentar la necesidad de
estudiar la Kabbalá y conocer al Creador.
La Luz rodea al
alma del ser humano desde afuera hasta que alcanza un nivel espiritual en
que la Luz puede impregnarla. La recepción de esta Luz depende
esencialmente del deseo, de la preparación y de la pureza del alma del hombre.
No obstante, el
hombre durante el estudio pronuncia los nombres de las Sefirot, de los mundos y
de las acciones espirituales conectadas a su alma. Al hacerlo así, el
alma recibe micro dosis de Luz del exterior que poco a poco purifican su alma y
la preparan a recibir una energía espiritual y la delicia.
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