7 de noviembre de 2012

El don de la Cabalá


El gran sabio, el Rabí Akiva dijo: "Ama a tu prójimo como a ti mismo es la regla general de todas las leyes espirituales."

Como bien lo sabemos, la palabra  "general"  se refiere a un conjunto de  componentes.  En consecuencia, cuando el Rabí Akiva nos habla del amor al prójimo  (una de las numerosas leyes espirituales), o de nuestro deber hacia la sociedad y aún hacia el Creador, como una ley absoluta, nos deja entender que todas las otras leyes son componentes de esta regla.

Sin embargo, cuando intentamos explicarnos lo anterior, nos enfrentamos a una declaración aún más insólita del sabio Hillel.  Cuando su discípulo le pidió que le enseñara toda la Sabiduría de la Kabalah mientras se sostenía parado en un pié, Hillel le contestó, "No hagas a los otros lo que no quieres que te hagan a ti."

La respuesta de Hillel nos enseña que el propósito,  la razón misma de la existencia de la Kabalah,  es esclarecer y cumplir una sola ley: "Ama a tu prójimo como a ti mismo".  ¿Cómo puedo, sin embargo, amar a otro como a mi mismo?  Amar a los demás como a mi mismo implicaría satisfacer todos los deseos de la gente, aunque yo sea incapaz de satisfacer los míos propios.  Además, los sabios nos advierten que debemos satisfacer los deseos del prójimo antes que los nuestros.

Por ejemplo, esta escrito (Tosfot Masejet Kidushin) que si posees una sola almohada debes darla a tu amigo o que si no tienes más que una silla, otra persona tomará asiento y tu permanecerás de pie o te sentarás en el suelo.  De lo contrario no estarás cumpliendo con la instrucción de amar a tu prójimo. ¿Es realista esta petición?  Puesto que, "Ama a tu prójimo como a ti mismo", es la ley general de la Kabalah, investiguemos primero para saber lo que es la Kabalah.

La Kabalah nos enseña que el mundo y nosotros mismos, sus habitantes, fuimos creados únicamente para cumplir las leyes que aspiran al desarrollo espiritual de la humanidad por encima de nuestro mundo material.  De esta forma lograremos la  equivalencia y la unión con el Creador.

¿No obstante, por qué el Creador tuvo  necesidad de crear seres tan corruptos y  darles la Kabalah para corregirse?  El libro del Zohar contesta de la siguiente manera: "Quien come el pan ajeno, se avergüenza de mirar de frente al donador."

Por lo tanto, el mundo fue creado para preservarnos de esta vergüenza. Combatiendo nuestro egoísmo hasta corregirlo nos ganaremos nuestro mundo futuro.

Para ilustrar lo anterior, imaginemos la siguiente situación:

Un hombre rico se encuentra con un amigo necesitado a quien no había visto en muchos años.  Toma la decisión de albergarlo en su casa, alimentarlo y vestirlo día tras día.  En cierta ocasión, con la intención de complacerlo, el hombre acaudalado le pregunta qué más puede hacer por él.   La respuesta del menesteroso fue: "Sólo hay algo que desearía, y es poder recibir todo lo que me das,  no por caridad, sino en pago por mi trabajo.  ¡Puedes satisfacer todos mis deseos, excepto este!"

Podemos constatar cuan difícil resulta para el bienhechor suprimir la vergüenza que experimenta quien recibe la caridad.  Por el contrario, a medida que crece su generosidad mayor es la vergüenza.  El universo, este pequeño planeta y la sociedad (nuestro lugar de trabajo) fueron creados para resguardarnos de este sentimiento.  Nuestro trabajo consiste en regresar al Creador con los deseos corregidos y recibir una bien merecida recompensa, es decir, el inmenso deleite de la eternidad, la perfección y nuestra unión con el Creador.¿Pero por qué nos sentimos tan avergonzados y molestos cuando recibimos algo de otra persona?  Los científicos conocen la ley de causa y efecto.   Ella estipula que las propiedades de cada consecuencia son muy parecidas a las de la causa, o la fuente,  y que todas las leyes activas en la fuente se encuentran en la consecuencia.

La acción de esta ley está presente en todos los niveles de la naturaleza: el mineral, el vegetal, el animal y el humano.  El estado de un mineral está determinado por las leyes que lo controlan.  Nosotros estamos acostumbrados y preferimos todo aquello que experimentamos al crecer.  De la misma manera, cada partícula que constituye la consecuencia de un todo  se siente atraída hacia su origen y todo aquello que no existe en la raíz, la consecuencia, lo niega y lo repudia.

Por lo tanto, puesto que el Creador de la naturaleza es la Raíz y la Fuente de todo lo que ha sido creado, todas las leyes presentes en Él nos parecen placenteras y todo lo que está ausente en Él, profundamente molesto y extraño.  Por ejemplo,  nos encanta el descanso y  nos disgusta el movimiento a tal grado que nos movemos únicamente para poder descansar.  La razón es que la Raíz  (el Creador), de quien todos procedemos está absolutamente inmóvil.  De aquí que cualquier movimiento es contrario a nuestra naturaleza.

Nacemos y crecemos como egoístas absolutos sin preocuparnos más que de nosotros mismos.  Es nuestra naturaleza egoísta que motiva nuestra  oposición al Creador quien da vida a toda la naturaleza.   Sin embargo,  bajo la influencia de la sociedad, empezamos a comprender la necesidad de ayudarnos mutuamente, pero la realización y la orientación dependen del grado de desarrollo de la sociedad.

Al crear nuestro deseo pervertido (nuestra inclinación al mal) y habernos  entregado la Kabalah como contrapeso, el Creador nos permite eliminar la manifestación del egoísmo y sentir el deleite sin experimentar vergüenza.

Existen dos categorías de leyes en la Cabalá, las relativas a los otros y las relativas al Creador.  La finalidad de ambas, sin embargo, es hacernos semejantes al Creador. Ya sea que nuestras acciones sean para el Creador o para el otro no tiene mayor importancia,  puesto que no nos es posible percibir todo lo que trascienda los límites de nuestro interés personal.

Toda acción que realizamos en favor de alguien más, bien mirado, lo hacemos por interés propio.  Es absolutamente imposible llevar a cabo  una sola acción física o mental sin que la primera intención no sea sacar un mínimo de provecho personal.   A  esta ley de la naturaleza se le conoce bajo el nombre de "egoísmo absoluto".  Únicamente si cumplimos con las leyes espirituales llegaremos al amor incondicional por los otros.  Aquellos que no sigan las leyes de la Cabalá no tienen la menor oportunidad de trascender los límites del "egoísmo absoluto".

Según la Cabalá, las leyes que regulan las relaciones sociales son más importantes que aquellas que regulan la relación con el Creador.  La razón es que cuando observamos estas leyes, bajo circunstancias sociales cambiantes,  tenemos la posibilidad de corregirnos eficazmente en la dirección correcta.

Ahora podemos comprender la respuesta que dio Hillel a su discípulo: lo más importante es amar al prójimo, el resto no son más que leyes subsidiarias, incluyendo aquellas relativas a nuestra relación con el Creador.  De hecho, no podemos unirnos a Él sin haber logrado amar a nuestro prójimo.  Es por esta razón que el sabio de la antigüedad nos precisó que "amar al prójimo" era la manera más rápida y efectiva para llegar a conocer bien la Cabalá.

Traten de imaginar ahora un país con una población de varios millones de habitantes en el que cada ciudadano no aspirara sino a manifestar su amor y voluntad de ayudar sin reserva a cada uno de sus compatriotas y a satisfacer cada una de sus necesidades.  Es evidente que ni una sola persona en esta sociedad,  tendría necesidad de preocuparse por sí misma o su porvenir.   De hecho, millones de personas estarían pendientes resguardando en todo momento sus intereses.

Sin embargo, como este país dependería de sus ciudadanos,  el incumplimiento de esta obligación propiciaría un vacío en la sociedad en vista que un ciudadano se quedaría sin ayuda.  Entre mayor fuera el número de infractores de esta ley que cada miembro de la sociedad tendría la obligación de cumplir, mayor sería la violación de la ley.   Todos son responsables de unos y otros, tanto en el cumplimiento de las leyes como de su violación.

Eleazar, otro sabio de la antigüedad, el hijo de Rashbi (el Rabí Shimon Bar Yochai,  autor del Libro del Zohar) nos sorprende aún más al decir que no sólo cada país, sino que la humanidad entera, cada ser vivo, es responsable de los otros.  Eleazar estipula que todas las naciones deberán cumplir esta ley y que si lo hacen el mundo entero se corregirá.  El mundo no puede corregirse y elevarse enteramente, en tanto que cada uno no abrace esta ley general del universo.

2 comentarios:

  1. Anjaa Armando.
    gracias por reiniciar o incorporar nuevos temas en el Blog "Luz Infinita" mejor dicho OrEinSof. Particularmente me gusta leerlos despues del ocaso, pues es un momento oportuno para la reflexión y para la meditación.
    De este blog "El Don de la Kábala2 me parece que el penúltimo párrafo (el pais con millones de habitantes) eso se cumple, pues, nadie puede hacer por si mismo todo lo que usa para vivir, ni el millonario pero tampoco el mas depauperados de los seres, claro está que lo pueden hacer los que resolvieron su importancia personal, es algo como perder la forma humana, y pueden hacer uso del "poder" de manera cabal, mecanismo: hicieron su exodo y son cabales en su acción, así su espíritu no se integre con el.
    Grcias, amigo, Gracias

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  2. gracias por compartir este tesoro de conocimiento..y a los sabios de bendita memoria por su legado.

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