El egoísmo, la fuente de todos los sufrimientos, es la forma que adopta nuestra conciencia cuando ignoramos nuestra Esencia -nuestra chispa de HaKadósh Barúj Hú - y es «quien» puede esclavizarnos.
En cambio, cuando el hombre se desarrolla espiritualmente y logra sobreponerse a los deseos egoístas, entonces ya no será cautivado por ellos, así comienza a surgir la verdadera libertad: el altruismo.
El desafío permanente en generar el bien nos mantiene en constante crecimiento. Así activamos todo nuestro potencial y tomamos conciencia de la fuerza infinita que existe en cada ser humano creado a Su imagen y semejanza. Ese objetivo es el único que puede darle un sentido trascendente a nuestra vida.
El propósito de la Creación es que superemos el mal, la indiferencia y la ingenuidad, lo que nos separa de nuestro semejante y de nuestra máxima identidad y Ser. La finalidad del mundo la aprehendemos cuando nos descubrimos como parte de una y única realidad con un objetivo común: el bien de todos.
Entonces se revela el objetivo, La Armonía Universal.
halel.org
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