17 de febrero de 2016

Meditación desde la Kabbalah

Pasos para meditar "Kabalisticamente". 

Nivel Néfesh, tiene que ver con la relajación y se relaciona con la armonia de las actividades psicofísicas. Cabe recordar que en la Kabaláh todo es alma, incluso el cuerpo físico es alma cristalizada o manifestada. Este primer paso se relaciona con la unificación entre el cuerpo y el ego, y la recuperación de la conciencia psico-corporal y la sensación, desatando los nudos y bloqueos musculares, asociados a emociones negativas no elaboradas –klipót–. Y Al Atzvut. 

Nivel Ruaj El segundo paso es lo que se llama la respiración, rúaj en la Kabaláh, y se vincula con las actividades psico-emocionales. Este segundo paso se relaciona con la unificación del adentro y del afuera, con los vínculos y las emociones. 

Las técnicas de respiración y energía –avir y or– propician un estado de serenidad e integración con el medio externo, concientizándonos como un todo orgánico con el uni-verso. 

Nivel Neshama. El tercer paso es el de la concentración, llamado neshamáh, tiene que ver con el intelecto y la contemplación. En este tercer estadio, el meditador realiza una unificación completa. Recién después de integrar estas tres partes o instancias del alma, se puede ingresar a jojmah, el estado de percepción pura o noble. Hasta aquí llegamos a binah. 

Néfesh, rúaj y neshamah son las tres partes básicas del ser humano. 

Néfesh sería el alma corporal, no sólo lo físico sino también lo psicofísico, porque para el kabbalista no existe sólo lo físico. 

Rúaj se relaciona con las emociones y neshamah con el intelecto, pero no sólo el intelecto de la racionalidad, sino de la luminosidad del ser humano. 

El kabbalista sostiene que al meditar, uno tiene que atravesar conscientemente estos primeros tres planos. De hecho, los tres centros de energía básicos del ser humano tiene que ver con tres distintos tipos de percepción: por medio del ombligo o el sexo, la percepción se relaciona con el instinto; la emoción, en el pecho, y finalmente, el intelecto, el cual se relaciona con la cabeza. Cada uno de los centros tiene un trabajo a realizar, y en el momento en que podemos “unificarlos”, recién entonces estamos meditando. Es como si nuestra energía vertical –de los pies a la cabeza– fuese una cuerda. Entonces, si los centros no se encuentran unificados, se forman “nudos del alma”, tal como decía el Rabí Abraham Abulafia en el siglo XIII. 

Es necesario abrir las compuertas, abrir la conciencia y dejar que fluya la energía. Sólo cuando logramos armonizar estas tres partes y nos relajamos muy bien, con la respiración y la concentración, entramos en lo que sería la unificación –en hebreo, Yijudím–. A esta unificación, como mencionamos anteriormente, le corresponde la esfera –región de la conciencia– del Árbol de la Vida que es jojmah y que tiene como correlación las dos partes del alma más elevadas del ser: jáiah y iejidáh. 

Uno comienza trabajando con estos tres planos, contando con infinidad de técnicas para cada uno de ellos. Recién en el momento en que se las logra y unifica, se puede pasar a lo que es la “Kabbalah Práctica”. Antes de avanzar con esto, cabe describir otras técnicas.


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