7 de febrero de 2016

Una profecia sobre Jerusalem

Cierto día andaban por las calles de Roma cuatro celebres maestros:
Rabán Gamliel, Rabí Eleazar. Rabí Iehoshúa y Rabí Akiva.

Gamliel iba llorando y Akiva riendo.

¿Por qué lloras? Preguntaron sus compañeros a Gamliel.

Respondio él: Porque estos paganos que oran y adoran a los ídolos viven en paz y seguros, en tanto que nosotros los que servimos al Di-s verdadero, tenemos destruido su templo, que era el escabel de sus pies, ¿No es ese motivo para llorar?

Rabí Akiva por su parte dijo:

Por eso precisamente río. Si esta suerte tienen los que no hacen la voluntad Divina, ¿Cuál ha de ser la suerte de los que la cumplen?

Otra vez andaban por Jerusalén y llegaron al monte Scopus. Al ver las ruinas de la ciudad, rasgaron sus vestiduras. Y cuando llegaron al Monte Moría, donde estuvo el Templo, vieron salir una zorra del lugar más sagrado del Santuario, llamado el Kodesh HaKodashím. Los tres primeros se pusieron a llorar, en tanto que

Rabí Akiva reía sin medida.

Entonces ellos le dijeron: ¿Cómo es que ríes frente a esto?

Respondió él: Y, ¿Porqué vosotros lloráis?

Ellos respondieron: Ah, no sabes que se dijo: “El extranjero que entre cerca del santuario sea condenado a muerte” (Bamidbar 1:15), y ahora aun las zorras se pasean por él. Esta es la razón de nuestro llanto.

Rabí Akiva dijo entonces: Yo río porque está dicho: “Sión será arada como un campo de labranza y Jerusalén se convertirá en collados muertos”. (Yirmiyáhu 26:18).

Pero también está dicho:

“Otra vez se llenará de gozo Jerusalén: Estará llena de niños y niñas que salten y canten por sus calles” (Zejária 8:5).

Mientras una profecía no se haya cumplido, podíamos tal vez dudar de la otra. Ahora, que se ha cumplido la primera, podemos esperar con gozo el cumplimiento de la segunda.

Ellos entonces dijeron: Tienes razón.

Macot 24a

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