1 de marzo de 2012

El Tiempo y el Espacio, desde la Kabalah.

Rabí Yehuda Ashlag, Baal HaSulam


Para una mejor comprensión de este post, te recomiendo:







Fuimos creados para recibir placer ilimitado y absoluto, pero para alcanzar esta condición es necesario conocer cómo funciona el sistema de los mundos. Las leyes de este plano fueron establecidas desde los mundos espirituales, los cuales son nuestro origen y hacia allá retornaremos después de la vida. 


Y has de saber que la Kabalah puede enseñarnos el mejor camino para vivir esta vida. Pues la Sabiduría de la Kabalah nos dice cómo usar Su Todo más completo para ayudarnos. Para ascender espiritualmente el hombre necesita conocer todo y usar absolutamente todas las posibilidades que son ofrecidas.

Tenemos que agarrar la naturaleza de nuestro mundo: inanimado, vegetativo, animado y "hablante". Y Necesitamos comprender nuestra alma, así como también las leyes que describen su desarrollo.

De acuerdo con la ley del desarrollo espiritual, el hombre tiene que alcanzar el más alto grado espiritual en esta vida. Al hombre le serán dadas muchas oportunidades, si no es en su vida presente entonces en la próxima, y así en adelante, hasta que alcance el nivel requerido.

La Kabalah nos ayuda  a acelerar este proceso. El Creador diseñó un sistema muy interesante: o el hombre acepta considerar el sentido de la vida sin esperar ningún sufrimiento o tales sufrimientos le serán enviados. De esta forma quizá se vea obligado a hacerse preguntas a sí mismo.

En otras palabras, no importa si el hombre progresa hacia el objetivo de la Creación voluntariamente o por la fuerza, la  Kabalah  lo ayudará a avanzar por su propio deseo. Este es el camino óptimo y el hombre puede disfrutarlo mientras avanza.

Hay quienes preguntan: 


¿Puede la  Kabalah  ayudar a proteger un préstamo hipotecario, ayudarnos  en los negocios o a ser exitosos en los asuntos familiares, etc.?

En realidad, la  Kabalah  no da una respuesta clara a estas preguntas. Nos enseña cómo usar nuestro mundo entero de la manera más efectiva para lograr el objetivo de la Creación. Ésta es la dirección en la cual el Creador nos empuja usando todos esos problemas.

La  Kabalah  explica los aspectos espirituales que un hombre debe alcanzar durante su vida. No cómo resolver sus problemas sino cómo encontrar una solución al verdadero problema por el cual todos los problemas diarios son enviados. El sufrimiento es justamente echar nuestro camino para conducirnos a nuestro ascenso espiritual.

Cuando un hombre descubre todas las leyes de los mundos espirituales, conoce qué se le envía desde arriba y por qué, cómo usar estos desafíos de la manera óptima y cómo comportarse de manera correcta.

Básicamente no entendemos qué hacer cuando algo nos sucede. ¿Adónde correr?, ¿a quién llamar? Resolviendo nuestros problemas de frente o tratando de escapar de ellos como estamos acostumbrados a hacer no progresaremos hacia el objetivo, sino que crearemos nuevas dificultades. Estas desaparecerán solamente cuando su intención sea colmada al arrastrarnos más cerca al objetivo de la Creación.

Al conocer las leyes espirituales somos capaces de ver todas las causas y consecuencias. Observamos todo a través de la perspectiva correcta, vemos todas las conexiones.

De este modo, cada uno de nuestros pasos se torna consciente. La vida cambia y no por mucho tiempo parece llevar a un callejón sin salida.  Previo a nacer juntamos todas nuestras cualidades, durante nuestra vida presente y después que dejamos este mundo. Alcanzamos en su totalidad un nuevo nivel de existencia.

Actualmente mucha gente está empezando a pensar acerca del sentido de la vida y otros asuntos espirituales. Esto sucede debido a las experiencias pasadas que han acumulado en sus almas durante sus vidas previas.

El Creador envía el sufrimiento con el objetivo de permitir al hombre meditar sobre la esencia de estos sufrimientos y sus orígenes. Así, el hombre es capaz de llamar al Creador aún sin comprenderlo. El Creador espera que cultivemos el deseo de unirnos con Él.

Sin embargo, cuando un hombre toma el manual correcto en sus manos, puede progresar a través de un estudio asiduo sin ser forzado por los sufrimientos.

Por elegir la vía correcta el hombre siente el mismo sufrimiento como placer, progresa más rápidamente y consigue adelantarse mientras comprende su propósito y origen.

Así el Creador se convierte en la fuente del placer más que en la fuente del sufrimiento. El paso de nuestro avance a lo largo de esta vía depende solamente de nosotros.

El Creador creó el placer para nosotros, pero, con el objetivo de usarlo correctamente tiene que empujarnos.  El esfuerzo por un placer que no puede ser alcanzado  nos hace sufrir. Estamos listos para perseguirlo dondequiera que esté.

En otras palabras, el sufrimiento es la ausencia de la satisfacción. Pero ninguna persecución después del placer traerá nada bueno. En el momento que lo recibimos perdemos interés en él y saltamos sobre cualquier otra cosa.

El placer se desvanece en el momento que lo recibimos. Es imposible para el sufrimiento estar llenado con placer en nuestro mundo. Sentimos placer solamente en el borde entre el sufrimiento y el placer cuando la primera sensación es sentida. La búsqueda de la satisfacción en forma creciente desluce al placer.

Este método de estar satisfecho es pervertido e inadecuado.  Con el objetivo de recibir placer eterno necesitamos aprender cómo dar a alguien.  Sabiendo que el Creador quiere satisfacernos, es nuestra única razón para experimentarlo, así es que podemos satisfacerlo y no buscar autosatisfacción.

Necesitamos recibir con el fin de dar.

Es dificultoso, casi imposible hablar acerca de este proceso por la carencia de palabras. El entendimiento apropiado viene sólo cuando el Creador se revele por sí mismo.

La gente empieza a sentir al Creador después de atravesar el Majsom (La Barrera entre nuestro mundo y los mundos espirituales), el cual comienza 6.000 grados antes del Gmar Tikun (La Corrección Final). Cada grado espiritual presenta un grado del desvelamiento del Creador.

La Corrección Final sigue a la corrección de todos los deseos del hombre.


Acerca del Tiempo y el espacio.

Lo mental confiere cierta noción de la realidad pero también la limita. 


Por ello la experiencia y aprehensión interior de los símbolos y ritos, asociados al estudio conciente, nos ayudan a trascender las formas puramente intelectuales.

Los interrogantes de cuándo y dónde comenzó la Creación carecen de sentido para nuestros Sabios, ya que el tiempo y el espacio son formas de percepción que surgen con el hombre. Las preguntas que siempre ocuparon a los Sabios de Israel son:


¿Cuál es el objetivo de la Creación y cuál es la función del ser humano?

Cada una de estas líneas de pensamiento genera una forma diferente de percibir la realidad:

a) La búsqueda de respuestas a los interrogantes de cuándo y dónde comenzó la Creación, conducen a un análisis exterior de la existencia, puesto que focalizan la atención humana en los procesos del ámbito material-sensorial descuidando el resto de la realidad.

b) En cambio, al preguntarnos ¿cuál es el objetivo de la Creación y cuál es nuestra función?, dirigimos el pensamiento a des-cubrir el orden de causa-consecuencia que rige no solamente los fenómenos del ámbito material-sensorial, sino que también la realidad espiritual.

Cuando decimos espiritual, como ya fue explicado, nos referimos al ámbito de la realidad que nos posibilita el acceso a las causas, en tanto que material son las consecuencias generadas por dichas causas.

Los interrogantes de cuándo y dónde comenzó la Creación se refieren al plano material-sensorial. En cambio ¿cuál es el objetivo de la Creación y cuál es nuestra función? se dirigen a lo espiritual,  las causas, y es sólo a través de dicha forma del conocimiento que develaremos finalmente, también, el sentido espacial y temporal de la realidad.

El ámbito espiritual es un espacio «concreto» al que el ser humano puede tener acceso cuando toma decisiones basado en principios universales y objetivos y no sólo a partir de su sentir momentáneo.

El ámbito espiritual es el plano de las causas en el cual todo está en potencia y donde se produce la «concepción» de toda la realidad. Todo ser, fenómeno, objeto y aspecto de la vida es concebido en el ámbito espiritual; luego se encadenará a través del ámbito mental y emocional para manifestarse finalmente en el plano material-sensorial.

La aprehensión de la realidad espiritual, las causas, y todo el proceso que eso implica, exige un amplio y exhaustivo aprendizaje, ya que estamos acostumbrados a impresionarnos por las formas exteriores que nos llegan a través de los sentidos, olvidando muchas veces que nuestra percepción de la realidad es el resultado de un proceso en el cual los sentidos nos brindan tan sólo una lectura inmediata. Los sentidos no son sino canales a través de los cuales percibimos, pero luego debemos discernir la información receptada. Para comprender este concepto es necesario conocer los dos niveles de discernimiento que el ser humano realiza (Hakdamá Panim Masbirót 16):

1) Entre lo que nos hace sentir bien y lo que nos hace sentir mal.

2) Entre lo verdadero y lo falso.

El primer punto de discernimiento (lo que nos hace sentir bien y lo que nos hace sentir mal) es común a todos los reinos de la naturaleza y es de orden instintivo.

El segundo (lo verdadero y lo falso) es exclusivo del ser humano y requiere una elaboración intelectual, ya que nos exige ver objetivos a largo plazo.

El primero se refiere al ámbito sensible que conocemos a través de los sentidos. El segundo al inteligible alcanzable mediante la inteligencia.

Cuando el hombre toma conciencia de dichos principios comienza a expandir su percepción de la realidad, dado que ahora ya no la limita a meras sensaciones, sino que puede acceder paulatinamente a las causas y luego al objetivo que hay por detrás de toda la realidad material-sensorial.

A pesar de que los interrogantes de cuándo y dónde comenzó la Creación no tienen sentido para nuestros Sabios, como fue ya explicado al comienzo del item, encontramos en los textos de nuestra tradición: la Torá, el Zóhar, Etz Jaím, etc. expresiones temporales, espaciales y antropomórficas.

Cuando los textos se expresan en términos temporales se refieren a causas y consecuencias; siendo «lo anterior» la causa y «lo posterior» el «efecto» de dicha «causa». Algo similar sucede con los términos espaciales: «alto», «elevado», indican cercanía al origen, al Infinito o Ein - Sof; mientras que «bajo», por el contrario, significa lejanía del origen. Lo elevado es el altruismo, pues nos acerca gradualmente a la forma original, a la Fuente Infinita que nutre en forma altruista a toda la realidad, al Kadósh Baruj Hú. El egoísmo, por el contrario, es lo bajo pues nos aleja de El.

El antropomorfismo que aparece en los textos tradicionales es una forma de expresión utilizada para que el ser humano comprenda, a partir de su realidad y experiencias en el plano material-sensorial, los conceptos espirituales que se encuentran «más allá» de lo temporal-espacial.

NOMENCLATURA ESPIRITUAL

El Rav Áshlag nos explica en el libro Prí Jajám (El fruto del Sabio), Introducción al Segundo Tomo, que a pesar de que los textos kabalísticos distinguen diferentes formas en la realidad espiritual, como ser mundos, sefirót, grados, etc., ésta nomenclatura se refiere únicamente a nuestra percepción. En la plenitud de la Luz no hay sefirót, grados ni niveles de ninguna índole. Dichas clasificaciones surgen en nuestro pensamiento, producto de cómo nosotros intelectualizamos la realidad que se expande del Kadósh Barúj Hú.

Nuestra percepción no tiene la más mínima posibilidad de aprehender-Lo en Sí Mismo. En Su Esencia nuestra conciencia selectiva se diluye, dado que «Allí» el conocimiento, el conocedor y lo conocido son Uno. En cambio, en los dominios del tiempo y el espacio, en la multiplicidad de la Creación, para que nosotros percibamos Su Voluntad de dar plenitud, creó y nos dio los sentidos por medio de los cuales somos activados y tomamos conciencia de Su Luz.

El libro del Zóhar y también el Ariz-al, en el Shaar haHakdamót (Pórtico de las Introducciones), entre otros, nos aclaran que las expresiones y relatos utilizados tanto en la Torá escrita como en toda la tradición oral no deben ser tomados literalmente. Las expresiones que allí aparecen manifestando situaciones y aspectos de la realidad conocidos por nosotros, fueron así expuestos como referencias para acercarnos a la realidad espiritual despojada de tiempo y espacio.

Encontramos en el Zóhar (parte tercera, pág. 152), por ejemplo:

Dijo Rabí Shimón Bar Iojái: ¡Ay de quien diga que la Torá viene a contarnos relatos triviales! Siendo así, aún hoy podemos hacer «Torá» de relatos cotidianos y hasta más bellos que ellos. Y si la Torá viene a explicarnos asuntos de este mundo, los gobernantes del mundo tienen entre ellos asuntos más interesantes. Todas las palabras de la Torá se refieren a causas superiores, espirituales.

Los relatos de la Torá son sólo su vestidura, y quien piense que la vestidura es la Torá misma y que no hay nada más, es tan ignorante como el que juzga a las personas por su apariencia exterior pensando que la persona es su ropaje. La Torá, al igual que las personas, tiene vestimentas, cuerpo, neshamá (alma) y neshamá de la neshamá. Los relatos, como vimos, son su ropaje, las mitzvót son su cuerpo, la neshamá es Israel que activa las mitzvót y por sobre todos se encuentra la Neshamá de la neshamá: el Kadósh Barúj Hú. 

Al Kadósh Barúj Hú es a «Quien» debemos llegar a través de la Torá (ver item 4).

También encontramos en el Shaar haHakdamót , Introducción Primera:

Es sabido que en lo «alto» no hay cuerpo ni tampoco fuerza corporal alguna. Todas esas imágenes e ilustraciones (que nos describen los libros), no están sino para refinar el oído de modo que el hombre pueda comprender los estados superiores-espirituales, que son imposibles de aprehender y registrar en la mente humana. Por ello «se concedió el permiso» de hablar en el contexto de ilustraciones e imágenes. Así, tanto en el libro del Zóhar como en la misma Torá, nos encontramos con expresiones como: los ojos de HaShem rondan en toda la Tierra, los ojos de HaShem se dirigen hacia los tzadikím (justos), y HaShem escucha, huele, habla, etc. Cuánto más grandioso es aún lo escrito: y creó HaShem al hombre a su imagen y semejanza, a imagen y semejanza lo creó, masculino y femenino. Y si la Torá misma lo dice, también nosotros podremos expresarnos en tal lenguaje con la correspondiente simpleza, ya que no hay «Allí en lo alto» sino luces finas y sutiles, absolutamente espirituales e imposibles de aprehender, «desde aquí», en forma alguna. 

Como está escrito en Devarim 4:15 : Porque el día que les habló HaShem en medio del fuego, en Horev, no vieron ninguna imagen.

LA PERCEPCIÓN DE LA REALIDAD

La percepción de la realidad se conforma a partir de dos componentes básicos: «el que percibe» y «lo percibido».

A «lo percibido» previo a la percepción lo llamamos Su Esencia, en hebreo Atzmutó, y a «los que perciben», quienes alcanzan ciertos grados de Su Esencia los denominamos almas, en hebreo neshamót.

Respecto a Sí misma, la Realidad es Una, sin que se operen cambios en la Esencia, tal cual dice el versículo "Yo no cambié". La realidad «es» independiente de la forma en que es percibida; los cambios son experimentados por el que percibe.

La conciencia temporal-espacial de la realidad es una forma de percepción que surge con el hombre. Por ello, cuando nos referimos a la realidad espiritual y aún más, a la Esencia de toda la realidad -Atzmutó- no corresponde discernir en términos temporales y espaciales, tal como la mente simple los aprehende. Ni siquiera las denominaciones más sutiles pueden definir los mundos espirituales en sí mismos, pues «Allí» no poseemos percepción alguna, dado que la dualidad conocedor-conocido carece de existencia. «Allí» no sólo se conoce, «Allí» se Es.

Todo el lenguaje de la Sabiduría de la Kabalá se refiere a las diferentes formas en que la neshamá puede aprehender la plenitud de la Luz (Or), que la Esencia de toda la realidad manifiesta.

Or y klí

El vocablo hebreo Or (Luz) designa a la Plenitud Infinita que se expande desde la Esencia del Creador (Atzmútó).

Klí (instrumento-vasija) indica el deseo de recibir la Plenitud Infinita.

Or se refiere al concepto de «lo percibido», mientras klí al de «el que percibe», explicados en el item anterior.

El Or y el klí (la plenitud y el deseo de recibirla) surgen y emanan de la Esencia del Creador (Atzmútó), sólo que «Allí» se encuentran en estado de unidad más allá de las dualidades transmisor-receptor, conocedor-conocido, perceptor-percibido.

Cuando la Luz que se expande de Su Esencia no es «percibida» por «el que percibe» recibe la calificación de «Or sin klí»; sobre esto no poseemos palabras ya que, ¿cómo podemos definir aquello que no logramos aprehender?

Pero cuando el Or es alcanzado por un klí, ello significa que surge una «sub-realidad», que oculta y limita a la realidad original, al Infinito-Ein-Sof. 

Ello es similar al discípulo, quien precisará estudiar varias veces las enseñanzas recibidas y él mismo enseñarlas para alcanzar el nivel de su maestro. Hasta entonces sus intentos de comprender no son sino «sub-comprensiones» de lo que el maestro le ha enseñado.

El origen de la percepción y la palabra

El «sentido» general primario que activa todo el sistema perceptivo es «el deseo de recibir» la plenitud de Su Luz. Este «deseo de recibir» se ramifica posteriormente a través de múltiples formas, dando existencia así a todos los ámbitos de la realidad, a partir de lo cual surgen el pensamiento, los sentimientos y los sentidos, consecuencia del «deseo de recibir» de las creaturas de aprehender la plenitud de Su Luz.

El libro Etz Jaím nos enseña que antes de la manifestación de la Creación, en el estado de Infinito (Ein-Sof), el deseo es colmado antes de manifestarse. Antes de que surja cualquier deseo o voluntad, la plenitud de la Luz Infinita lo llena, tal como sucede con el bebé en el vientre materno, quien recibe alimento y calor antes de desearlo.

Esto sucede, no porque no exista allí voluntad ni deseo sino a causa de que la plenitud de la Luz llena toda la realidad sin dejar espacio para que el deseo u otro tipo de voluntad se manifieste. Al no manifestarse ninguna voluntad ni deseo no hay movimiento, como la mente humana lo concibe, ya que el deseo y la necesidad son los que producen movimiento, y al no haber movimiento tampoco rigen «Allí» el tiempo y el espacio.

En cambio, cuando surge la Creación, lo que estaba en potencia pasa a manifestarse, y aparecen así el tiempo y el espacio y todo tipo de formas y movimientos anhelando el Estado de Plenitud (Ein-Sof) anterior a la Creación.
Nace el deseo, es decir la Creación.

Dado que el deseo de recibir es la innovación, lo que llamamos genéricamente «creatura», no podemos discernir, no hay palabras posibles sino a partir de «dónde-cuándo» el deseo de recibir es activado por la plenitud de Su Luz.

La palabra surge a partir de la articulación del deseo con la plenitud de la Luz, del klí con el Or. Previo a la manifestación de dicha dualidad, en la Esencia del Creador -Atzmutó- la realidad se «encuentra» en estado de unidad y la articulación, «el diálogo», sólo se manifiesta a partir de la dualidad.

Como ya fue explicado, cuando experimentamos plenitud no diferenciamos entre ésta y el deseo de recibirla, percibimos una unidad. Entonces, el deseo no tiene necesidad de «dialogar» con la plenitud, siendo que son dos aspectos de una misma realidad. El diálogo surge cuando el deseo anhela la plenitud que no posee. Entonces comienza a surgir el conjunto de sonidos articulados con que el hombre manifiesta lo que piensa y/o siente, es el origen de la percepción y el lenguaje.

De acuerdo al potencial cognoscitivo de cada creatura será el lenguaje que podrá desarrollar y su conciencia de la realidad, ya que es a través de la palabra y del pensamiento que articulamos nuestra percepción de la realidad. Pero, cuanto más inteligible sea la realidad con la cual «dialogamos», más sutil y elaborado deberá ser el lenguaje que empleemos para aprehenderla.

La aparición de la palabra y de un lenguaje capaz de articular aquello que es materia de puro conocimiento, sin intervención de los sentidos, la realidad inteligible, señalan que la conciencia y por ende el deseo llegó a su máximo desarrollo, ya que nuestra conciencia se expande en lo que deseamos. Ello sucede sólo en el ser humano, siendo que el reino mineral, el vegetal y el animal no fueron dotados con la facultad de abstracción que le permite al hombre captar relaciones lejanas de causa y consecuencia. El hombre posee el potencial de desear lo infinito y de alcanzar, a través del discernimiento, la conciencia de la realidad espiritual.

1 comentario:

  1. excelente sabiduria comprendo que todo ser humano posee el potencial de desear conocer lo que realmente lo lleva a algo mejor,,es bueno compartir estos conocimientos..mi apoyo a esta pagina por su sabiduria shalom A.J.V

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